El secreto de las biondas.

Yo no sé qué satisfacción encontramos en ser buenas personas. No soy mala persona a propósito y no intento serlo. No soy una antisocial radical y no voy a pretender que odio el mundo y soy muy dark. Pero me cuestiono de donde viene mi inclinación a ser buena. Quiero saber si es una veta complaciente en mi personalidad. Una falsa moral o una auténtica inclinación al bien. Pero, ¿qué es el bien? jajajajaja.

De hecho, conozco la respuesta. De entrada somos buenas personas porque así nos educaron. Nuestras raices judeo/cristianas exigen que hagamos el bien. No todos lo hacen, pero ahí está esa orden incrustada detrás de los ojos, transmitida de generación en generación y de miedo al pecado en miedo al infierno. Y luego de hacerlo por inercia, también resulta que no tenemos ganas de hacer el mal.

Hasta que se presenta la oportunidad.

¿A donde voy con esto? Bueno, que tal si sabes algo que tiene que ver con alguien más y ese alguien no lo sabe. Tienes la opción de decírselo u ocultarlo. A la otra persona no le perjudica ignorar lo que tú sabes. Puede vivir una vida perfecta y normal sin enterarse nunca. Estoy hablano de una clase de secreto bochornoso, no de infidelidad y cosas densas. Decir la verdad podría desatar muchas emociones, tristeza por ejemplo, o verguenza, incluso dudas existenciales. Tal vez reproches. La cosa es que en tus manos tienes dos opciones:

A) Decirselo. Puedes ejercer tu poder y decirle independientemente de las consecuencias. Su reacción no es tu responsabilidad, después de todo. La maduréz emocional es cosa de cada quien. Además, la verdad nos hará libres. Decir mentiras es malo, ocultar la verdad es tan malo como decir mentiras, por lo tanto también es malo no decir algo que sabes. Pero si se lo dices ejerces poder y control. Las consecuencias de la verdad te importan poco. No sabes si eres buena o mala persona. Pero eres más bien curiosa. De esas que tienen una sonrisa un tanto cínica, una risita cagasona. Eres de esas personas a las que les gusta ver el mundo arder. En el fondo, es irrelevante lo que pase, sólo buscas entretenerte un poco. Quieres ver un desmadre chiquito, un escandalo, estás muy aburridx. Puedes decirte que lo haces por su bien y creertelo. Puedes repasar el momento de la verdad en tu mente y sonreir por dentro como quien se exprime un grano muy doloroso y descansa. Luego olvidarlo.Puede que decir la verdad sea más liberador para ti que para la otra persona. Quizás el secreto consume tu vida y de las dos opciones, esta es la más catártica. Tal vez anhelas escuchar la respuesta del otro; eso te haría feliz, sería vigorizante. Tal vez le pondría fin a la broma secreta. O la ampliaría. Tal vez encontrarías una resolución a todo el asunto, o tal vez no. Pero vas en su búsqueda, eres proactivo y audáz. Sabes que al final, todas las palabras se las lleva el viento.

B) No decírselo. Está la opción de que nunca se entere. Puedes ser buena persona y no causarle daño alguno, es decir, ocultar lo que sabes. Puedes ser piadoso. Creo que las mentiras piadosas entran también dentro de la piedad cristiana. No crees necesario el causarle dolor, pena o verguenza. Después de todo, sin ese secreto, la vida sigue igual. Puedes sentirte buena persona. Limpio y libre. No causas dolor. Te ganaste tu estrellita en la frente y un aplauso. Te llevas tu secreto a la tumba y todos felices. Pero no dejas de ser un controlador. En secreto desconfías de esa pobre persona, la subestimas. Una parte de ti cree que es enana emocional y que no va poder lidiar con esta verdad. Te compadeces. Sientes lástima. Tal vez te has puesto en su situación y no quisiseras afrontar eso que la verdad haría si se tratara de ti. Tal vez, eres cobarde y no quieres que se moleste contigo. No puedes confrontarlx. No quieres ni imaginar por temor qué sucedería si se entera. Te has puesto en sus zapatos y ya sientes verguenza ajena. Autocompasión. Quizás te justificas pensando que eres buena persona y no quieres hacerle mal. Tienes miedo de las consecuencias. Tienes miedo de ser una mala persona. Para ti es importante hacer el bien. Confias en que el secreto es lo correcto. Eres cobarde. Sabes que el otro te convertirá en cómplice, encotrará como culparte, sabes que tendrás que responder. No quieres nada de eso, ni involucrarte emocionalmente, ni hacer tuyo un asunto que, de echo ya es tuyo. Te agobia no decir la verdad pero no puedes decirla. Te oprime por dentro pero como buen cristiano, soportas el yugo. O tienes una fe ciega en que haces lo correcto, o pierdes el sueño en las noches imaginando los escenarios posibles. De igual forma no dices nada. Nunca. Y el nunca es tan absoluto.

Aquí está el problema.

Si hubiera terminado de leer el libro las biondas no tienen corazón antes de escribir este post, seguramente no lo hubiese escrito. Porque hay demasiado de por medio. Pero me alegra un poco haberlo escrito.

 

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